20 may 2009

DIEZ POEMAS

Asonacias

Sè de un reptil que persigue
la sombra rauda y aérea
que un ave del paraíso
proyecta sobre la tierra,
desde el azul en que flota,
iris vivo de orlas negras.

Conozco un voraz gusano
que, perdido en una ciénega
acecha una mariposa
que, flor matizada y suelta,
ostenta en un aire de oro
dos pétalos que aletean.

¡Odio que la oscura escama
profesa a la pluma espléndida!
¡Inmundo rencor de oruga!
¡Eterna u mezquina guerra
de todo loo que se arrastra
contra todo lo que vuela!

Salvador Díaz Mirón.



Walt Whitman

En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.


Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo,
como un profeta nuevo canta su canto.

Sacerdote que alienta soplo divino,
anuncia, en el futuro tiempo mejor.
Dice el águila: "¡Vuela!"; "¡Boga!", al marino,

y "¡Trabaja!", al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino,
con un soberbio rostro de emperador!

Rubèn Darìo



Maximiliano

Vino el hermoso príncipe. Rubio, ojiazul, de frente
lisa -página en blanco que no enturbia dolor.
Luenga y en dos partida la barba, fluvialmente
desborda sobre el pecho su dorado esplendor.

La cruz de Guadalupe, de heráldica incipiente
brilla en los besamanos y en las fiestas de honor.
Las damas al tedeum de catedral. La gente
rica y boba corea: "Viva el emperador".

Pobre Max. Sòlo queda de la ciega aventura
que llevan de la mano la muerte y la locura,
una canción burlesca, cinco balas de plomo

que motean de humo la mañana estival,
y objetos empolvados en el museo, como
viejas decoraciones de una pieza teatral.

Rafael López



Adiós, mamá Carlota

Alegre el marinero con voz pausada canta
y el ancla ya levanta con extraño fulgor,
la nave va, en los mares, botando cual pelota,
adiós, mamá Carlota, adiós mi tierno amor.

De la remota playa se mira con tristeza,
la estúpida nobleza del mocho y el traidor,
en lo hondo de su pecho presiente su derrota,
adiós, mamá Carlota, adiós mi tierno amor.

Acábanse en palacio tertulias, juegos, bailes,
agítanse los frailes en fuerza de dolor,
la chusma de las cruces gritando se alborota,
adiós, mamá Carlota, adiós mi tierno amor.

Murmuran tiernamente los tristes chambelanes,

lloran los capellanes y las damas de honor,
el triste Chucho Hermosa canta con lira rota,
adiós, mamá Carlota, adiós mi tierno amor.

En tanto los chinacos que ya cantan victoria,
guardando en su memoria ni miedo ni rencor,
gritan mientras el viento la embarcación azota
adiós, mamá Carlota, adiós mi tierno amor.

Vicente Riva Palacio



Oh, solitaria lágrima, ¿qué quieres?
¿Por qué enturbias mis ojos?
Ultimo resto y único tú eres
de pasados enojos.

¡Muchas hermanas, lágrima, tuviste!
¡Todas se evaporaron!
Con mi breve ilusión y mi afán triste,
cayeron y pasaron.

Pasaron los fantásticos reflejos
que en la larga noche oscura
alumbraban falaces a lo lejos
mi soñada ventura.

Pasó el ansiado amor, cual soplo leve
de la fortuna varía:
pasa, cual ellos, silenciosa y breve,
làgrima solitaria.


Heine Heinrich.



Soneto

Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos,
susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste;
pues ¿por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste,
pues no te engañó Amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso?

sor Juana Inés de la Cruz.



Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

sor Juana Inés de la Cruz



Ensayo de cántico en el templo

¡Oh, qué cansado estoy de mi
cobarde, vieja, tan salvaje tierra,
y cómo me gustaría alejarme de ella,
hacia el norte,
donde dicen que la gente es limpia
y noble, culta, rica, libre,
despierta y feliz!
Entonces, en la congregación,
los hermanos dirían con desaprobación:
"Como el pájaro que deja el nido,
así el hombre que se va de su lugar",
mientras que yo, muy lejos ya, me reiría
de la ley y de la antigua sapiencia
de este mi árido pueblo.
Pero nunca habré de seguir mi sueño
y me quedaré aquí hasta la muerte.
Pues también soy muy cobarde y salvaje
y quiero además con un
desesperado dolor
a esta mi pobre, sucia, triste,
desdichada patria.

Salvador Espriú



Los cantos son nuestro atavío

Como si fueran flores
Los cantos son nuestro atavío,
Oh amigos:
Con ellos venimos a vivir en la tierra.

Verdadero es nuestro canto,
Verdaderas nuestras flores,
El hermoso canto.
Aunque sea jade,
Aunque sea oro,
Ancho plumaje de quetzal...
¡Que lo haga yo durar aquí junto al tambor!
¿Ha de desaparecer acaso
nuestra muerte en la tierra?
Yo soy cantor:
Que así sea.
Con cantos nos alegramos, nos ataviamos con flores aquí.
¿En verdad lo comprende nuestro corazón?
¡Eso hemos de dejarlo al irnos:
por eso lloro, me pongo triste!

Nezahualcòyotl de Texcoco



Dibujos sobre un puerto

1. El alba

El paisaje marino
en pesados colores se dibuja.
Duermen las cosas. Al salir, el alba
parece sobre el mar una burbuja.
Y la vida es apenas
un milagroso reposar de barcas
en la blanda quietud de las arenas.

2. La tarde

Ruedan las olas frágiles
de los atardeceres
como limpias canciones de
mujeres.

3. Nocturno

El silencio por nadie se quebranta,
y nadie lo deplora.
Sólo se canta
a la puesta del sol, desde la aurora.
Mas la luna, con ser
de luz a nuestro simple parecer,
nos parece sonora
cuando derraman sus manos ligeras
las ágiles sombras de las palmeras.

4. Elegía

A veces me dan ganas de llorar,
pero las suple el mar.

5. Cantarcillo

Salen las barcas al amanecer.
No se dejan amar,
pues suelen no volver
o sólo regresan a descansar.

6. El faro

Rubio pastor de barcas pescadoras.

y 7. Oración

La barca morena de un pescador,
cansada de bogar,
sobre la plaza se puso a rezar:
¡Hazme, Señor,
un puerto en las orillas de este mar!

José Gorostiza

No hay comentarios: